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El agrónomo Peñi Saavedra cree que la producción de cáñamo industrial en el país no tiene techo, pero marca una limitante: la escasez de semillas

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Después de 50 años de prohibición, el cáñamo industrial, un cultivo muy cuestionado por su desvío hacia la producción de marihuana, vuelve a ocupar parcelas en el suelo argentino con otros fines productivos. De forma paulatina, y gracias a los cambios en la legislación, varios productores y empresas están reabriendo un camino histórico que además promete una buena rentabilidad. Grupo Agrómera es uno de los actores que trabaja en el cáñamo industrial.

Peñi Saavedra, miembro de ese grupo y especialista en cannabis sativa, dialogó con Bichos de Campo respecto a las múltiples aplicaciones de la planta, los beneficios de su producción y los subproductos que podrían impulsar la economía nacional. Es que con el cáñamo se pueden obtener alimentos, insumos para a construcción, combustibles, cosmética, papelería, textil y plásticos.

Ya pasó un año desde que se concretó con éxito la primera cosecha experimental del cáñamo industrial en Argentina. Fue gracias a la nueva legislación que puso fin al período prohibitivo inaugurado en los años 70. La ex Secretaría de Agricultura, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) y el Instituto Nacional de Semillas (INASE) acompañaron la iniciativa de la empresa nacional Industrial Hemp Solutions (IHS), lo que significó un hito para el sector en el país.

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Si hubo prohibición, fue porque se emparentó la implantación de cáñamo industrial únicamente con la producción de marihuana. Todas las plantas pertenecen a la misma especie, la cannabis sativa, pero hay una diferencia no menor: el cáñamo industrial tiene muy baja concentración de delta-9-THC, la sustancia química que otorga efectos psicoactivos a la marihuana. Lo que hay de fondo es una diferencia química y genética entre ambos cultivos, pero el desconocimiento y las políticas contra el cannabis a nivel mundial las han puesto en la misma bolsa.

“Es una planta que históricamente acompañó al ser humano. Ya se usó de muchas formas, por lo que hay que re adoptarla e incorporarla al cotidiano”, afirmó Saavedra, uno de los entusiastas de este sector que cree que existe otra vía. Ya nos e trata solamente del cultivo controlado para fines medicinales o de consumo recreativo sino del desarrollo agrario extensivo que permita impulsar al cáñamo industrial como una materia prima muy atractiva.

Mirá la entrevista completa:

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Luego de la cosecha experimental llevada a cabo el año pasado, la Comisión Nacional de Alimentos (Conal) incorporó el cáñamo al Código Alimentario Argentino (CAA). La noticia generó esperanzas en el sector, porque da entidad a una de sus principales banderas, que son los beneficios del cultivo para consumo humano y no humano, dado su alto contenido proteico y de ácidos grasos.

Sucede que, ya sea en forma de aceite o sólo como semillas, el cáñamo es considerado un “superalimento” para muchas personas, aunque también puede emplearse como suplemento para ganado bovino, porcino y aves. Las harinas y proteínas que se le extraen son muy codiciadas en países desarrollados, y eso abre otra ventana a la producción nacional.

“Versátil” es el adjetivo elegido por Peñi para describir al cultivo que promueve desde Grupo Agrómera. De hecho, su versatilidad es tal que el cáñamo trasciende las fronteras de la alimentación y puede dar lugar a cientos de subproductos con sus granos y fibra. En su stand de la Expo Dinámica de La Pampa, donde presentaron su iniciativa, había cosméticos, productos hechos con bioplásticos, papelería, telas, ladrillos y sogas. De hecho, la cordelería ha sido, desde hace cientos de años, la industria predilecta del cáñamo industrial, dada su gran resistencia a la humedad y las variaciones climáticas. La suela de las alpargatas era hecha con esa planta.

En este caso, volver al pasado no significa retroceso, porque, si bien ya se explotaba en la antigua China y en los principales reinos del mundo, el resurgimiento del cultivo promete aplicaciones a gran escala. Además de los biocombustibles y la bioconstrucción, Saavedra explicó que “se está probando hacer telas para los equipos de los astronautas”.

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Con un gran mercado mundial en el cual insertarse, el potencial que promete el cáñamo industrial para la bioeconomía argentina es muy considerable. Lo que muchos productores ven con buenos ojos son las estimaciones de consultoras internacionales, que prevén un crecimiento de dicha industria de hasta 18.000 millones de dólares en los próximos 3 años.

Sin embargo, si el país quiere formar parte del epicentro que promete ser América Latina, resta mucho por hacer. Tal como señaló Peñi, aún “no está el camino allanado para poder producir”, a pesar de que el año pasado se aprobó la ley 27.669, que ofrece un marco regulatorio para el desarrollo de la industria del cannabis medicinal y el cáñamo industrial. “No se fundaron las bases y la letra fina de cómo ejecutar”, lamentó el especialista, quien considera que aún resta esclarecer cómo se van a implementar los permisos y aprobaciones y cómo funcionará el mercado.

No es algo menor, ya que eso determina la posibilidad de atender a la creciente demanda mundial de cáñamo, en línea con la búsqueda de descarbonizar la producción y avanzar hacia la agricultura más sustentable.

“Es una planta regeneradora de suelo porque captura mucho carbono”, explicó Saavedra, y por ello ya son muchos los países que la incorporan al esquema de rotación de cultivos. En los años treinta, la desplazó el lobby a favor de los combustibles fósiles. Hoy, vuelve a recuperar terreno, en lo que promete ser un cambio de época.

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Gracias a iniciativas como las de Grupo Agrómera, el desarrollo agrario extensivo del cáñamo está más cerca que antes, pero la falta de semillas aún emerge como limitante. A pesar de que ellos mismos trabajan en el fitomejoramiento y el registro de variedades, Peñi explicó que los productores nacionales “dependen de semillas extranjeras, porque es un cultivo de alta densidad y requiere volumen”.

La versatilidad de la planta permite su producción en las diferentes regiones del país, pero se teme que los reveses del INASE, el instituto nacional de semillas, frente al desarrollo de cannabis medicinal pueda afectar también al cáñamo industrial. Entretanto, entusiastas del proyecto trabajan en diversas iniciativas para que el país pueda subirse a una tendencia mundial.

Argentina necesita generar mano de obra y esta industria promete hacerlo. ¿Qué es lo que se necesita para darle impulso?

-Se necesita promoción para que la gente se entere de este cultivo. Hay que fomentarlo, explicar, y que todos puedan verlo y tocarlo. Así es como se van a amigar con la idea de producir cáñamo. Incluso es muy importante entender que el mismo establecimiento que lo cultiva va a obtener subproductos para su uso interno, y eso va a permitir que no estén comprando insumos de afuera, sino que los pueden suplantar. Cuando la difusión sea cada vez mayor, y la gente empiece a entender todo el uso que se le da, lo va a querer adoptar.

¿Dónde se obtiene la semilla? ¿Cómo sabe un productor qué debe hacer para incorporar el cultivo?

-Desde el Grupo Agrómera estamos trabajamos también en la formación. Mientras se desarrollan las semillas, esperamos la importación, y generamos nuestro germoplasma, nos enfocamos en la formación. Es importante educarse en lo que proponemos para adelantarse al momento de ponerlo en práctica, y es muy provechoso usar este tiempo para eso.