La Lilia de los Barberis: En Colonia Aldao funciona una cabaña tambo en la que se gesta el futuro del Holando Argentino
El viernes 8 de noviembre la Asociación de Criadores de Holando Argentino celebró su 80° aniversario con un evento formal al término de su asamblea anual ordinaria en Buenos Aires, donde se brindó por la continuidad de la institución que sigue difundiendo y promoviendo a la raza lechera más difundida en todo el país.
Como parte de las actividades tradicionales del año, días atrás se había convocado a un nuevo encuentro de capacitación para jurados, que son quienes en cada pista o lote de los tambos eligen a los mejores ejemplares.
Fue en Colonia Aldao, en el costado oeste del centro santafesino, donde la Cabaña La Lilia de los Barberis abrió sus tranqueras a una jornada especial. Se reunieron referentes, jurados y cabañeros del Holando, pero también aquellos que empiezan a recorrer este camino en el que se busca la coincidencia de criterios estéticos y fisiológicos aplicados a cada ejemplar, para aportar al desarrollo de la raza.
El presidente de la Comisión de Jurados de ACHA, Víctor Sapino, explicó que “entre los aspirantes que participan de esta actividades se tratan de evaluar a las vacas como si fuera una pista de juzgamiento, pero en ropa de trabajo y sin tanta preparación entre los ejemplares, para evaluar los defectos y virtudes de los animales, por categoría”.
La práctica se enfocó en separar del rodeo a cuatro animales por segmento de edad y mostrarlos como están en el tambo, para que los aspirantes puedan ordenarlos según su criterio, pero también dando los motivos de ello, con explicaciones tales como se deben persentar en una pista.
“Después develamos lo que pensamos nosotros en el grupo de jurados, con nuestros papeles se arma un desvío y se ve el resultado de la opinión de cada jurado comparada con la de los aspirantes”. Esta tarea forma parte de una agenda de actualización de quienes desarrollan su tarea en las pistas actualmente, sirviendo a la vez para formar a la decena de aspirantes que estuvieron presentes.
“Ellos se van a convertir en jurados después de varias reuniones como estas, después de años de estar metidos en la raza, de entender los criterios fundamentales de la evaluación, de tener diferentes capacitaciones y con la ubicación en una suerte de ránking interno y al superar lo dispuesto en una reunión de comisión para ver si tiene cada uno la ascendencia para llegar a jurado oficial”, concluyó Sapino.
Más allá de la capacitación, el escenario del encuentro fue especial, porque fue la primera vez que la familia Barberis invitaba a conocer su más preciada novedad, un imponente galpón con camas de arena de 175 por 40 metros.
Fundada en 1958 por Onelio Barberis y su esposa Lilia, esta empresa familiar dedicada al Holando ya tiene a la tercera generación en actividad y a la cuarta en preparación, adaptándose de la mejor manera al futuro de la lechería.
Martín Barberis, nieto del fundador e hijo de Horacio, que es el gran impulsor de una de las cabañas más destacadas de la raza, habló con Bichos de Campo sobre la reorganización clave que pudieron lograr con esta inversión.
Con un campo ganadero más alejado de la localidad, con la cabaña y “la pasión” del blanco y negro sobre la Ruta Provincial 280-S en el ingreso a Colonia Aldao, el principal tambo y la agricultura están unos kilómetros más retirados, con el desafío ahora de ripiar 1,5 kilómetros, entre los Barberis y Lácteos Ramolac, para poder asegurar el retiro de la materia prima todos los días.
La empresa ordeña actualmente entre 950 y mil vacas, en dos unidades productivas. Al galpón “hace años que lo queríamos tener, que lo anhelamos, porque a nosotros nos gustan mucho las vacas, las cuidamos y nos gusta tener resultados productivos. Por distintas circunstancias se nos fueron aplazando los tiempos, hasta que lo conseguimos. Nos asesoramos mucho, pero la idea fue siempre concentrar animales en un sólo lugar, para tener mejor control, manejo, datos y números”.
Fue en abril que empezaron a meter vacas en un free-stall que tiene espacio para 720 vacas y actualmente tiene 700 en producción, con camas de arena, con ventilación y aspersión. “Nos gustó este sistema porque en la zona donde estamos, durante más del 60% del tiempo en un año los animales están bajo estrés térmico y eso nos daba el indicio que un compost no iba a funcionar bien”, por el control y manejo que requiere.
“Estamos muy contentos con el sistema, porque a la arena la recuperamos en un 95 por ciento, tenemos una estructura muy simple y el insumo muy cerca”.
Esto se anexó a la sala tradicional de ordeño, que tiene 31 bajadas y por donde los animales pasan tres veces al día, completando cada ciclo en tres horas. En general el alimento con el mixer se reparte dos veces por día y se controla con un arrimador de comida.
Para Martín, “esto es un cambio rotundo. Quiero animar a los que tienen la posiblidad de hacerlo que no tengan miedo, porque es muy simple, tenemos todo junto, acá no hay día de lluvia, de barro, podés protocolizar todas las actividades y cuando se empieza a hacer esa escuela con la gente, teniendo primero que cambiar uno para trasladárselo al personal, es muy simple”.
Los Barberis pasaron de tener cuatro tambos, con cuatro lotes de vacas cada uno, que les demandaban tres días en cada recorrida. “Hoy hay 700 vacas abajo de un galpón, en un lugar, nos ponemos las botas, caminamos las cuatro calles y en menos de 40 minutos vimos a todas, vaca por vaca. Ves los comederos, ves todo. Empezás a controlar todo, a ver todos los datos, le encontrás el sentido y empezás a tomar decisiones mucho más acertadas”, mientras las vacas secas que descansan dos meses esperan los partos en lotes más convencionales contiguos.
Quizá los próximos pasos sean la incorporación de collares, cepillos para más confort, el sistema DelPro para una mejor gestión que permita la medición diaria de la leche. Lo que tienen en claro es que la propia concentración es lo ideal. “Lo que haría es traer al otro tambo también acá, porque mientras más concentremos va a ser todo más fácil”.
Martín coordina gran parte del capital humano. En ese campo son 17 personas las que trabajan, diez con las vacas en la fosa del tambo, dos que atienden partos, dos a cargo las tareas generales y los restantes tres sobre los tractores. “Si la gente hace las cosas bien, los animales van solos. Al poder protocolizar todas las actividades, si hay rotación de personal no termina impactando en la producción, porque todos saben cuáles son las tareas”, donde también están estipulados los turnos y los descansos, primordialmente.
La filosofía de los Barberis es “ponerse en el lugar del otro para poder distribuir las tareas”, “porque yo estuve ahí, yo todo esto lo hice, vine a ordeñar, vine a poner arena, entendí cómo es todo el trabajo y que se repite todos los días”, explica.
Con sala de parición, donde se extrae el calostro y se les da a los terneros, con corral de vacas frescas donde se atienden los principales problemas, el ordenamiento abajo del galpón ya está dando los resultados que esperaban, camino a un verano que será la prueba concreta de una inversión que costó años y que hoy es el orgullo de esta parte de la historia familiar.