Mariana Enríquez: “El boom latinoamericano fue el de un continente con esperanzas”
El espanto ante el ser monstruoso que se presenta para nuestro estupor, lo siniestro deslizándose en lo cotidiano, los encuentros sexuales con fantasmas son algunos de los temas que recorren los doce cuentos de “Un lugar soleado para gente sombría” (Anagrama), nuevo libro de Mariana Enriquez.
La consagrada narradora retorna al cuento, donde se inició con “Los peligros de fumar en la cama” y “Las cosas que perdimos en el fuego”, y luego de su novela “Nuestra parte de la noche” que, tras el Premio Herralde, continuó sumando lauros, Y sus espectáculos teatrales “No traigan flores”. A su regreso, luego tras una gira de presentaciones por España y antes de hacerlos por Estados Unidos, dialogamos con ella.
Periodista: ¿Por qué volvió a los cuentos?
Mariana Enriquez: Me cuesta mucho y tardo en escribir una novela. “Nuestra parte de la noche” se publicó en 2019, y entonces no estaba en otra novela. Vino la pandemia y, a diferencia de otros escritores, yo no escribí absolutamente nada. Cuando volví a hacerlo, escribí el libro de no ficción “Porque demasiado no es suficiente”, que se publicó en Chile. Una historia sobre ser fan. Después, con todo ese tiempo de no escribir ficción, tenía mucho para decir y contar. Empecé una novela, pero tenía ganas de mostrar lo que estaba haciendo y no quería esperar a terminar la novela. Así que volví al género en que me siento más contenida.
P.: ¿La literatura de terror, neogótica o neorromántica, es una profundización del realismo mágico?
M.E.: Para mí el realismo mágico es una categoría literaria-política que pertenece a una América Latina donde había una visión esperanzada. Es contemporánea de la Revolución Cubana y anterior a Allende; un momento donde todo parecía posible. Las literaturas actuales, aunque sigan pensando en ese folklore, están atravesadas por el fracaso de la idea de América Latina como continente de posibilidades, lo ven como un continente de desesperación donde la vida cotidiana es muy difícil, y la vida política más difícil. Ya no hay esa sensación de futuro tan grata que se lee en “Cien años de soledad”. El realismo mágico de García Márquez es aún en la crítica es gozoso, alegre. Pero, a la vez, hay en el realismo mágico un germen, que descubren algunos escritores, como la uruguaya Fernanda Trías, y están reivindicando. Es el realismo mágico dark, ese que está en las obras de Onetti y en el chileno Donoso, con esos monstruos de la clase alta de “El oscuro pájaro de la noche”, que yo trabajé y cité en “Nuestra parte de la noche”, en Sabato, alguien que no me gusta, pero del qué sí me gusta mucho “Sobre héroes y tumbas, que también tiene mucho de gótico. Ese realismo mágico dark fue menos vistoso y menos exportable.
P.: ¿Cómo logra capturar el horror y lo extraño?
M.E.: Surgen del relato. En “Un artista local”, surge de Yolk, ese bicho. La historia apareció después de darle muchas vueltas a unos cuadros muy disruptivos que vi en un centro cultural que hicieron en una estación abandonada de un pueblo de la provincia de Buenos Aires donde ya no pasa más un tren. Armaron el lugar como un resort turístico. Ante la fachada de una casa sentí que se escondía algo. Así llegué a ese monstruo que es centro palpitante de todo, hasta las babosas tienen que ver con él. Cuando chica llegaban a mi casa postales de pintores sin manos y yo pensaba que eran seres sinestro, homúnculos, después supe que era gente que había tenido algún problema y pintaba con los pies o la boca. Todo se une y voy al encuentro armando el escenario, y al final la explicación termina siendo el horror. Al principio partía de la situación horripilante y armaba la realidad, ahora armo la realidad hasta que eso aparece.
P.: Sus cuentos, aun si transcurren en Los Ángeles, se ligan con la tradición de lo fantástico en nuestra literatura, Cortázar…
M.E.: Si tengo que buscar una referencia argentina el cuento “La mujer que sufre” tiende lazos con “Lejana” de Cortázar, así como “Metamorfosis”, con esas mujeres neuróticas al borde del grotesco, es muy Silvina Ocampo. Tiene que ver con una lengua madre que tenemos muy incorporada. Para aprender a escribir diálogos fui a Hebe Uhart, a Manuel Puig , a la oralidad en Borges, y mi estilo no tiene nada que ver con ninguno de los tres. Puig siempre me decía que el problema del escritor argentino es que no escucha, que está muy fascinado encerrado con sus ideas. En el cuento “Julie”, esa chica gringa que tiene sexo con fantasmas, los diálogos reales y costumbristas del enfrentamiento de la familia argentina con la que viene de Estados Unidos, los aprendí de ellos.
P.: ¿Hay un boom de la latinoamericana de lo extraño y el terror?
M.E.: Está pasando por un gran momento con voces diferentes. Me gusta mucho la novela ”El ojo de Goliat” de Diego Muzzio, las de Luciano Lamberti, que explora el horror y es quien mejor escribe sobre violencia, Juan Mattio y su “Materiales para una pesadilla”, y está el boliviano Maximiliano Barrientos que hace un weird que mezcla tradiciones tanto culturales como literarias.
P.: Deja de lado a las escritoras que se dedican al género terror.
M.E.: Nombré primero a los varones para señalar que es un fenómeno plural y global, que tiene que ver primero con la época, y luego con una búsqueda y un interés editorial. En las escritoras hay mucha autoficción, horror, macabro, espanto, fanático, gótico posromántico. Muchas divisiones. Está Mónica Ojeda que hace algo muy poético y muy repulsivo; María Fernanda Ampuero con cuentos muy breves y muy impactantes; la cubana Elaine Vidal Madruga que es extraordinaria y como un marciano en la isla. Y Samanta Schweblin que hace un fantástico muy depurado y muy elegante. Y gente con cosas parecidas, todo se reproduce y tiene la influencia del cine y la televisión.