¿Puede una murga luchar contra transgénicos y agroquímicos? La historia de la “Murga del Tomate”, el grupo de teatro comunitario que creó un matrimonio misionero para militar a favor de otro estilo de vida
Pasaron ya 20 años desde que Gerardo Segovia y Marcela Bobatto, un matrimonio oriundo de la ciudad misionera de Eldorado, decidieron fundar su propio grupo de teatro comunitario. Su objetivo fue, desde el comienzo, usar el arte como herramienta para militar un modelo alternativo de vida, y por eso la “Murga del Tomate”, la primera murga agroecológica del país, no es igual a cualquier otro conjunto artístico.
Ella es médica y él licenciado en Trabajo Social. Hace tres décadas que luchan por la agroecología en sentido integral, no sólo vinculada a lo alimenticio y productivo, sino también a la salud y la vida en sociedad. Por eso, cuando hacen sonar sus tambores en los escenarios y las calles no sólo cuentan historias, sino que crean conciencia, luchan por derechos y reivindican conquistas sociales.
Si hay que ser precisos, el punto de partida de la “Murga del Tomate” se remonta a octubre del 2002, cuando un grupo de integrantes de la Red de Agricultura Orgánica de Misiones preparó su primera obra de teatro para presentarse en el Foro Social Misionero, celebrado en Oberá.
Pero, sin lugar a dudas, todo comenzó mucho tiempo antes, y parte de esa historia fue la que rescataron Gerardo y Marcela junto a Bichos de Campo.
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“En los noventa nosotros ya decíamos que el modelo que se venía implementando no era sustentable” recuerda el licenciado en Trabajo Social. Ellos estaban muy en tema porque son parte de la red provincial desde su creación, en el 93, y participaban de debates con otros productores, técnicos, organizaciones y comunidades indígenas.
“Ya se discutía este modelo agresivo con la naturaleza, de desmonte, deforestación, de expulsión de los campesinos y sin políticas públicas que realmente fortalezcan la agricultura familiar”, agrega.
Por eso, no tardaron demasiado en encontrar la manera de librar su propia batalla: lo harían con arte. “Es mucho más didáctico, más metodológico y permite que la gente pueda entender de otra manera”, observa Marcela, que recuerda que la “Murga del Tomate” tuvo como primer propósito sembrar conciencia sobre los alimentos transgénicos, y por ello adquirió ese nombre.
Fue tanto el impacto que generó esa primera obra callejera, que destacaba la importancia de la producción orgánica y que apuntaba contra los intereses de las transnacionales, que desde entonces no han dejado de trabajar en eso. Así, han surgido otras cinco obras más y han llegado a representar a Misiones en una Fiesta Nacional del Teatro.
Pero ni Gerardo ni Marcela planean detenerse. En paralelo a los talleres de música, canto y expresión que dictan para todas las edades, preparan su séptima obra y se involucran en encuentros multisectoriales para defender la cultura. Incluso, llevan su compromiso político-social a las redes sociales, donde militan contra la “depredación cultural, social, económica, laboral y educativa”.
“Todo el bagaje teórico que tenemos lo trasladamos al cuerpo”, explica Gerardo, porque cada uno sabe cómo aportar a la causa desde su especialidad: él se centra en cómo transmitir su mensaje a un público muy diverso, mientras que su compañera profundiza en la medicina y la salud integral como aspectos clave para pensar la agroecología.
Pero, más allá de lo que saben, tienen en sus espaldas una tradición provincial muy notable vinculada al modelo que propugnan, la de las ferias francas. Se estima que en Misiones hay más de 3000 familias que se nuclean en alrededor de 70 espacios, donde venden productos alimenticios, frutihortícolas, de granja y hasta panificados.
Esa es la agroecología llevada a la práctica, el estilo de vida que la “Murga del Tomate” defiende. “Consideramos que elegir es un acto político. Tanto si uno elige comprar en un supermercado, como si decide comprar a productores locales”, asegura Gerardo.
Si tienen que mencionar un referente, el matrimonio no lo duda, es Roberto “Coya” Cametti, un agrónomo que sólo vivió 40 años pero dejó un gran legado para el sector, al impulsar las ferias francas y defender la agricultura al servicio de los productores locales.
Y lo hizo, principalmente, como coordinador del Programa Social Agropecuario, creado en el año 93. Para ese entonces, aún se hablaba de producción orgánica, en vez de agroecológica, pero ya se vislumbraban ciertos atisbos de pensar un modo integral de producir, relacionarse, alimentarse y vivir.
Gerardo y Marcela son parte de ese movimiento, que ha avanzado desde Misiones a todo el país, desde hace 30 años. No es de extrañarse, entonces, que hayan insistido en encontrar en el arte un arma de resistencia y una herramienta didáctica de comunicación, porque consideran que ver el mundo de otra manera es imperativo.
“Estas murgas transformadas en obra de teatro, nos ayudan a crear conciencia y a repensar permanentemente nuestro modelo”, afirma Marcela. Y lo demuestra un breve repaso por todos sus lanzamientos: “El 3000 nos encontrará Unidxs o Sumergidxs”, su tercera obra, denunciaba las consecuencias de las represas, mientras que “Amurgalipsis” criticaba las visiones apocalípticas sobre el fin del mundo. “Guau que soy limpio, transmito”, su quinta obra, destacaba la importancia de reciclar y gestionar los residuos, y “#NoCompresElChamullo”, su último lanzamiento, pregona la importancia de volver a las raíces.
Lo que parecía que iba a ser una experiencia singular, una más entre otras tantas, se terminó convirtiendo en parte de su vida. Con 20 años en su haber, han formado un grupo consolidado, donde incluso participan sus hijos, que actúa para públicos de todas las edades y siembra la semilla de un cambio de paradigma que, esperan, algún día se concretará.