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De usarlos en una carnicería a fabricarlos: A Gonzalo Ballario le gustó tanto el oficio de hacer cuchillos que hasta produce réplicas del sable corvo del General San Martín

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Gonzalo Ballario era empleado de comercio en una carnicería de San Justo, la apacible ciudad del centro de Santa Fe. Es decir, convivía cotidianamente con los cuchillos. Pero recién empezó a pensar detenidamente en ellos durante la pandemia, cuando pasaban las horas y él no tenía demasiado para hacer. Fue entonces que se convirtió en artesano de cuchillos. Se puso a fabricarlos.

Ahora el joven alterna entre estos dos oficios. Si bien al principio no aspiraba a más que elaborar cuchillos para uso personal, la aceptación de sus creaciones hizo que tuviera que crear su marca propia, Elive cuchillos, y que incluso alguna de sus piezas se vendiera en Francia.

Eb su taller ubicado en  San Justo, Gustavo restaura y fragua cuchillos con una técnica particular, que consiste en unir tres hojas de acero inoxidable. Se denominan cuchillos San Mai. Es una capa de acero más duro para las tareas de corte, revestida con otras capas de otros aceros más flexibles que mejoran las propiedades mecánicas de la hoja.

En diálogo con Bichos de Campo, Ballario contó que arrancó el oficio hace aproximadamente tres años, convirtiendo los ásperos discos de las máquinas sembradoras en estilizados cuchillos. Luego invirtió en maquinarias para ganar en calidad y dedicó mucho tiempo a superarse para cumplir con la demanda y exigencias de sus clientes.

De todo ese proceso de aprendizaje  surgió unas de sus piezas más llamativas: una réplica del sable curvo del General José de San Martín, elaborada de forma totalmente manual.

“Es muy difícil hacer la curvatura sin que se abolle. Lo logré después de mucho tiempo y de tirar mucho fierro porque se compra el acero específico para eso. Se lo trabaja en la fragua, se le da forma después de calentarlo al rojo vivo. Es una técnica que me costó mucho tiempo aprenderla”, explicó el artesano a Bichos de Campo quien dijo estar aprendiendo sobre otras técnicas como Damasco, cuyas elaboraciones son las que se exportan a Europa. 

Mirá la entrevista completa:

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Para Gonzalo la confección de las empuñaduras fue otro desafío. Dijo haber aprendido de cero, al igual que con la aleación del metal. “Arranqué haciendo los cabos de varilla de alambrado, con varillas antiguas que me regalaban. Eso fue el principio. Después ya nos fuimos perfeccionando, y ahora compramos todo de madera australiana, madera africana, madera de Indonesia. Después se trabaja con otro material, que es un polietileno especial de un valor alto que representa el marfil”, explicó.

Generalmente la gente suele ir juntando cuchillos y no se sabe muy bien por qué los colecciona. ¿Hay demanda?

-Es es un vicio el cuchillo. Yo tengo clientes que me dicen ‘tengo cinco cuchillos, dos en el auto y tres en el quincho, pero me gusta ese, me lo cargo’. Tengo clientes que son coleccionistas o que me traen a restaurar piezas de 100 años. Hay clientes que tienen 200 o 300 cuchillos guardados en un baúl, una parte de la casa. Es como un vicio, un hobby.

-Con esto de hacer cuchillos te hiciste de un oficio. ¿Lo disfrutás?

Hay que sacrificar muchas cosas, implica mucho trabajo, muchas horas, muchas noches acostándote a la madrugada. Pero la satisfacción de ver una pieza terminada y que el cliente vea y diga ‘qué lindo, gracias’, es gratificante. Fue muy loco porque todo se logró en tres años, desde que arrancó la pandemia y la verdad se disfruta mucho.