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EE.UU., China y la doble dinámica más peligrosa del orden global

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En la lucha por el poder planetario, Estados Unidos y China se esfuerzan por dinamizar su dimensión coalicional con apoyo a sus países aliados en dos temas solapados y con líneas difusas: la defensa y la seguridad interior.

En el artículo más leído de Foreign Affairs -“Jugar a ambos lados de la rivalidad entre Estados Unidos y China. Por qué los países obtienen seguridad externa de Washington y seguridad interna de Beijing”- los académicos Sheena Chestnut Greitens y Isaac Kardon, instalan un tema en la agenda global de extrema peligrosidad.

Sin alertar en profundidad sobre los verdaderos riesgos de su consolidación, los autores analizan y ejemplifican que se ha comenzado a consolidar una doble dinámica de influencia. Esta es, establecer alianzas de cooperación por parte de China en materia de seguridad interior, para contrabalancear a los Estados Unidos en sus múltiples apoyos en el área de la defensa.

La nueva dinámica por la hegemonía del poder mundial ha comenzado a crear “relaciones superpuestas de seguridad”. Un ejemplo más reciente es el acuerdo entre China y Hungría en materia de aplicación de la ley, vigilancia interna y lucha contra el terrorismo. Esto ha generado una contradicción al ser este país miembro de la OTAN y estar expuesto ahora a esta doble lógica de alta tensión: la protección externa de Estados Unidos en materia de defensa y la consolidación de su orden interno en manos de la República Popular China.

A este país se le suman Papúa Nueva Guinea, Sierra Leona, los Emiratos Árabes Unidos y Vietnam, que aceptan introducir en su interés nacional central – su seguridad nacional y el orden interno- a dos potencias en disputa creciente.

Lo más preocupante es que puede darse como válida sin ninguna preocupación normativa que China “proporciona seguridad interna y brinda a los gobiernos las herramientas para combatir el desorden social y la oposición política”, sin considerar la valoración internacional sobre la democracia y los derechos humanos de esos países beneficiados.

La diferencia es clara y por cierto discutible en la historia de ambos países, pero no podemos equipar la cooperación militar regional para la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo con la vigilancia antropométrica, la capacitación policial y la gestión de disturbios urbanos.

Ambos tipos de cooperación, no tan solo presentan diferencias éticas y legales, así como del derecho internacional, sino que en posibles escenarios prospectivos de conflicto entre ambas potencias, la contradicción en la toma de decisiones de esos países, sería altamente costosa y desestabilizante. Países como Bangladesh, Camboya, Irán, Myanmar y Rusia se encuentran con apoyos y entrenamiento policial de China, así como también reciben armamento de seguridad interior.

Sobre esta doble dinámica de poder político expansivo y vínculos comerciales de carácter militar y de seguridad, se presenta la dimensión ideológica y ético-valorativa: ¿cómo es la doctrina sobre el tema de la defensa y la seguridad en relación con la democracia y el estado de derecho? Más aún, ¿sobre que sistemas políticos la sostienen y como explicarían esa cooperación con esos países a partir de controlar o influir en sus sistemas de seguridad e inteligencia domésticos?

Escenarios no muy lejanos y ya diagnosticados, nos invitan a imaginar una escalada conflictiva entre ambas potencias y su doble interdependencia solapada de seguridad y defensa sobre sus países aliados.

Solo con instancias de gobernanza global como las Naciones Unidas, se podrá comenzar a ordenar el entretejido nunca visto de una entropía global fabricada por los propios actores.

Juan Pablo Laporte es profesor de Relaciones Internacionales, UBA y Universidad Austral. Miembro Consultor del CARI